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Lo escribi en 2004 en dos días, y hace poco agregué una acotación sobre la pronunciación de "Rizal" en castellano castizo.
I wrote it in 2003 in two days, and lately added the bit about the pronunciation of "Rizal" in Castillian, with the Madrid accent.
No puedo colocar los párrafos en secciones bilingües, sería un trabajo de locos.
I cannot divvy up the paragraphs in bilingual cells, it would be insanely time consuming.
Va la versión en español.
Here's the Spanish version.
La versión inglesa en la siguiente entrada.
The English version in the next entry.
Que disfruten.
Enjoy.
La visita de Rizal
Copyright 2003 Elizabeth Medina.
Todos los derechos reservados.
Cuando oyó que
tocaban a la puerta, Butch Cojuangco se limitó a responder fuerte: -¡Adelante!-
sin despegar los ojos del televisor de alta definición en que veía la película
“José Rizal” en DVD. Más adelante se dio
cuenta de lo extraño que eso fue: tocaron la puerta, no el timbre. Alcanzó el
control remoto de la puerta y apretó un botón para soltar el seguro.
Un hombre entró
que decía en español: -Discúlpeme usted...- y luego añadió, siempre en
español: -Buenas tardes amigo...,¿Me puede decir, por favor, si acaso estoy
en el Hotel Oriente?” [1]
Butch, quien
seguía con la mirada fija el televisor,
creyó oir algo en... ¿español?
Entonces miró en
dirección a la puerta y lo vio; un
hombre de más bien baja estatura que vestía americana oscura y portaba un
sombrero hongo color negro en la mano.
Su cabello, partido a un lado y cuidadosamente peinado, formaba una onda
sobre la sien derecha. Llevaba un bigote
corto. El rostro bien formado y de
rasgos atractivos. Los ojos comunicaban
una profunda seriedad. Mucho más tarde, cuando Butch evocaba las imágenes de
aquel extrañísimo encuentro con toda la fuerza de su memoria, se daría cuenta
de que el visitante no estaba tan calmado como él, Butch, había dado por
sentado.
-¿Habla
usted castellano?- le preguntó.
Butch se puso
erguido en el sofá donde segundos antes estaba echado hacia atrás. Entendió que el hombre le hablaba en ese
idioma y notó el sombrero insólito, el traje insólito. Automáticamente le contestó en inglés.
-¿Quién eres?-
respondió, algo descortésmente, debido a la sorpresa. ¿De dónde habría
materializado? Él, Butch, se encontraba en su condominio en Bonifacio
Village. Había un circuito cerrado de
televisión en el primer piso, en todos los pasillos. Un conserje no permitía la entrada a gente
desconocida a no ser que presentaran identificación.
-Buenas tardes-
respondió el hombre en un inglés muy bien pronunciado. –Mi nombre es Dr. Rizal – José Rizal Mercado,
a sus órdenes. Al parecer estoy
perdido…-
Butch oyó lo que
dijo pero no registró su sentido. -¿Quién?- volvió a preguntar. ¿José cuánto? Un nombre
extraño: Rii-TAL. Sólo mucho más
tarde se daría cuenta de que era "Rizal" pronunciado en castellano
castizo. Toda su vida lo había oído en inglés, el "Ri" pronunciado
con la suave "r", la “i” larga, y el mullido "zaahl" al final, "Riih-Zaahl". No de la manera que él lo espetó - la
"erre" rodante y la "th" puntiaguda y cortante al final.
Butch recordó de repente sus clases de español de todos esos años atrás.
-Dr. José Rizal
Mercado.- Dicho esto el hombre se
acercó hasta llegar a un metro de distancia, mano derecha extendida y el
sombrero hongo en la izquierda.
Butch se levantó
apresuradamente y le dio la mano. El
hombre le dio un apretón de manos firme, pero la mano se sentía fría. Butch miró la cara del “Dr. Rizal” con
detención. El cutis era de un hombre de
piel morena que no había salido al sol durante mucho tiempo, pero tenía aspecto
muy sano, y juvenil.
-¿Se trata de una
broma acaso? ¿Lo habrán mandado a hacer
esto mis amistades?- insistió Butch.
-Le ruego me
perdone que le importune, gentilhombre, veo que está usted muy ocupado...- y
echó una mirada al televisor y las imágenes que aparecían en pantalla. Se trataba de la escena en que Leonor Rivera
recibía al joven José, quien la cortejaba, en el salón de visitas de su casa.
-¿Me puede decir
quién eres? ¿Es esto una chanza? ¿Se trata de una chanza ingeniada por mis
compadres?- volvió a insistir Butch.
-Lo siento con
todo el alma, pero creo que ha habido un malentendido- replicó el hombre que
acababa de presentarse como Dr. Rizal.
Su voz era firme, de timbre agradable, pero suave. Hablaba un inglés con fuerte acento británico
y a veces pronunciaba los vocablos como un parlante nativo de tagalo. También al igual que un tagalo, su inglés era
exageradamente enunciado, como aprendido en la escuela. No era un inglés moderno; es decir, no era
estadounidense.
Prosiguió:
-Acabo de arribar
a Manila esta mañana desde el extranjero, salí del hotel para dar un paseo en
la Luneta después del almuerzo, y acabo de volver. Sin embargo, pareciera que éste no es mi
hotel –el Hotel Oriente, en la calle Real, Intramuros-- ¿no es verdad?-
-¡Podrás apostar
que no! ¡Si ni siquiera estás en
Manila!- De repente un escalofrío
recorrió la espalda de Butch. –Dios mío-
dijo para sus adentros, -¿Qué mierda está pasando? ¿Será un fantasma quien está parado delante
de mí?- Palideció y abrió los ojos como si
estuvieran por saltar de las órbitas.
Miró detrás de sí al televisor, y de nuevo al hombre, y extendiendo las
manos delante de sí como si pudiera caer de espaldas, empezó a caminar
lentamente hacia atrás en sentido diagonal a la derecha, sus pies descalzos
tanteando el mullido alfombrado color blanco invierno del living comedor, hasta
que la gran repisa de libros sobre la pared detrás del televisor detuvo su
retirada. Se apoyó contra el mueble, la
mirada clavada sin la más mínima educación sobre la visita inesperada.
El hombre que
dijo ser Dr. Rizal también pasó por un cambio de expresión. La expresión del rostro se puso totalmente en
blanco por un momento y levantó la mano derecha al pecho, introduciéndose en un
bolsillo en el lado izquierdo de su chaleco, donde terminaba una cadena de
oro. Sacó una diminuta cajita de madera
y, mirándola, apretó un botón metálico a un costado de ella, y apareció un
pequeño reloj.
-No puede ser-
dijo. –Mi reloj dice que son las cinco, pero…-
miró detrás de Butch hacia las grandes ventanales que llevaban al
balcón, al cielo de Makati que ya estaba oscuro e iluminado con las luces de
casas, de calles... -¡ya es de noche!-
Su frente se frunció y su rostro adquirió una expresión de alarma.
Cuando el hombre
miró su reloj Butch hizo lo mismo en un movimiento reflejo y vio que eran sólo
unos segundos pasado las ocho de la noche.
-Sino ka!?-
[-¿Quién eres?-] le gritó Butch,
porque le había cogido un susto terrible.
Su cuerpo se encogió y sus manos se aferraron a la superficie pulida de
madera oscura del librero detrás de él, como para estabilizarse.
La expresión de
la cara del hombre se ablandó al escuchar las palabras en tagalo y dijo,
haciendo un ademán con los brazos extendidos como para calmar al otro: -Maginoo,
cong ano man ang inyong ngalan, ipagpaumanhin at huwag matacot, sapagca’t aco
rin man ay nalilito’t lubos na nababagabag.” [2]
Luego volvió a
hablar, esta vez en inglés, detectando al parecer que el joven se encontraba al
borde del pánico, y registrando la confusión en el rostro de Butch al escuchar
las frases en tagalo antiguo. Habló con
acento suave como si tratara de tranquilizarlo, repitiendo: -Me llamo Dr. José
Rizal. Al parecer ha acontecido algo
insólito y anómalo. Le ruego me dispense
y no tema usted. No pretendo hacerle
daño, se lo juro, le doy mi palabra de honor.-
Butch notó que su
inglés era de verdad extraño: sonaba rebuscado y falso, como si fuera sacado de
un guión teatral. Sin embargo, pronunciaba su parlamento con absoluta
naturalidad, como si acostumbrara hablar así todo el tiempo.
Finalmente Butch
cayó en la cuenta de que no se trataba de una chanza, tampoco el hombre era
ladrón. ¿Podía tratarse de un
lunático? Caminó hacia el
intercomunicador y llamó al conserje.
Una voz respondió:
-¿Mande?-
“Jaime, sino ang pinapasok ninyo na
lalaking naka-amerkanang itim at may dalang sombrero?”
“Wala po
kaming pinapasok, Ser.”
“Ano?
Eh di sino itong lalaking nakatayo sa living
room ko?”
Butch volvió la
mirada hacia el hombre, quien seguía tranquilamente allí, mirando su alrededor
con una expresión en la cara, que parecía mezcla de sorpresa y un dejo sutil de
buen humor.
El “doctor” ahora
miraba el televisor fijamente.
-¡Qué
maravilla!- exclamó en
voz baja.
-Se llama
‘televisión’- dijo Butch, ahora observándolo con detención y registrando todas
y cada una de sus reacciones.
Dr. Rizal se dio
media vuelta y dijo a Butch con feliz asombro:
-¿Teh-leh-VEE-shon?-
Entonces se quedó en silencio un rato, como perdido en los pensamientos;
luego preguntó: -
-¿Se trata de
algún tipo de aparato receptor?-
-Básicamente sí,
eso es-
Entonces Dr.
Rizal le formuló la próxima pregunta inevitable.
-¿Cuándo fue
inventado semejante aparato?-
-Uuuff, hace
muchísimo tiempo, mucho antes que hubiesen empezado a venderlo a gente común y
corriente como yo. En el año 1922, más o
menos.-
-¡1922! ¡Madre mía! Y ¿qué año es éste?
Butch lo miró
fijamente mientras le respondió.
-2003. Es el siglo XXI.-
Al escuchar las
palabras, el hombre vestido de traje americano oscuro con cuello blanco falso
sobre una impecable camisa blanca, y corbata de seda color celeste con alfiler
de corbata de oro en forma de abeja,
reaccionó como si una mano invisible le hubiera propinado una
bofetada. Pero al momento recuperó el
aplomo. Se le notaba el temple de
acero. Era un hombre poco común.
-De modo
que…he viajado al futuro- musitó.
-No entiendo
español- Butch le dijo.
Rizal respondió
en inglés.
-Ah, disculpe
usted mi mala educación. Usted habla
inglés, claro está. Muy bien…¿Me da
permiso para tomar asiento?- Dr. Rizal
preguntó.
-¡Por supuesto!-
Butch hizo un ademán torpe hacia el sofá, tapizado desordenadamente con las
secciones del diario dominical y varias cajitas de DVD. Se puso a ordenarlo,
diciendo al mismo tiempo:
–Adelante por
favor.- .
Rizal se sentó en
un extremo del enorme sofá. Miró las escenas
de la película sobre la pantalla. Ahora
se veía la escena en que el niño Rizal gritaba y lloraba mientras la Guardia
Civil se llevaba a su madre detenida fuera de su casa.
-¿De qué se trata
esta historia en imágenes que está usted viendo, Sr. –?-
-Me llamo Butch
Cojuangco…- De repente sintió que
debería ser un poco más formal y añadió: -Fernando Cojuangco, pero me llaman
‘Butch’.-
-Boutch.-
repitió Rizal, con incierto acento.
-Efectivamente,
esto es lo que llamamos un “film”, -Butch dijo la palabra inglésa, movie-
y se trata de usted.-
Maldición, estoy
totalmente loco, dijo Butch para sus adentros.
Y así y todo, Jaime había contestado el citófono ¡como si tal cosa! Y todo lo demás parecía normal. Sin embargo, este personaje había aparecido
que decía ser José Rizal. Butch empezó a
observarlo con toda atención. No se veía
como la mayoría de las imágenes que circulaban en los libros y en la prensa. Era más apuesto si bien no tenía una cara
“bonita”. Tenía la nariz levemente
achatada de los malayos, pero sus facciones eran muy armoniosas, la mandíbula
un poquito cuadrada le daba aspecto de decidido, y de los ojos se destellaba
una mirada muy inteligente. La boca bien
formada y los dientes, cuando él sonreía, se veían iguales de bien formados y
blancos. Su postura era erguida pero no
tensa. Bueno, después de todo el tipo es
atleta, Butch se dijo. Se le notaba que
se sentía a gusto dentro del pellejo. El
superhombre filipino...
Butch decidió
seguirle el juego a la situación extrañísima que había irrumpida en un domingo
cualquiera de su vida, cuando se encontraba, como siempre, aburrido como ostra
y pronto por zambullirse otra vez en la rutina estresante manilense de cada día
lunes. Había colocado la película José
Rizal en el pasa-DVD, una que había visto por lo menos cinco veces, aunque en
esta ocasión le prestaba más atención que en las anteriores. A propósito decidió formularle preguntas al
experto, ya que tenía sus dudas. Al poco
andar, sin embargo, fue desviado de la intención. Su visita imponía otra dinámica y el diálogo
entre los dos continuó fluidamente, con vida propia, como una corriente de
lava.
-¿Se trata de mi
persona?- preguntó Rizal, y pareció causarle gracia. -¿Y por qué se darían el trabajo?-
-Porque eres el
filipino más insigne que haya existido jamás.- respondió Butch
acaloradamente… Luego se dio cuenta que
bromeaba. Pensó: ¿Acaso sabe que
murió? Tendría que andar con mucho
cuidado. Si se habían encontrado debido
a una anomalía de las leyes físicas que catapultó a Rizal al futuro, entonces
él, Butch, tenía la responsabilidad de no meter mano en la conciencia de
Rizal. No era ningún estudioso rizalista
pero se acordaba de alguna que otra cosa sobre la vida del héroe nacional. Bueno, por ejemplo, que murió fusilado. Obviamente este Rizal aún no había
muerto. Se veía tan real y vivo como él,
Butch. Salvo que su mano se sintió
fría...
-¿Será
verdad? Conozco a gente que opina
distinto.- respondió, y una expresión sombría cruzó su rostro fugazmente. –Es usted filipino, ¿no es verdad? Estoy en mi país, las Islas filipinas,
¿correcto? ¡Ah! ¡Discúlpeme usted, me
había dicho que no entiende el español!-
-Por favor, no se
haga problema, entiendo algo de español, sí, sí, está usted en Filipinas- Butch había dicho el nombre en inglés, the
Philippines, y lo repitió en castellano.
-Me facilitaría
algo para beber, si fuera tan amable?-
-Oh, por
supuesto, ¿qué le apetecería….ah, Coca?-
(No, no tiene idea qué es la Coca Cola...) -Ah…¿café? ¿té?-
(Claro que este filipino que sonaba británico tendría la costumbre de
tomar té, o café.)
-Sí, muy amable,
una taza de té sería muy bueno, sobre todo porque tengo un poco de frío.-
-Un momento por
favor- dijo Butch, haciendo un gesto con las manos mientras se dirigía a la
cocina, como rogándole a Rizal que se quedara ahí, que no se fuera.
….
Preso del
nerviosismo, mientras preparaba una taza de té del modo más rápido que podía,
Butch intentaba dilucidar la mejor forma de afrontar el hecho más extraño e
insólito que le hubiera sucedido en toda la vida. ¿Acaso soñaba? ¿Se trataría de una pesadilla? Algún tipo de magia negra que alguien le
había contratado a alguien para que se la practicara sobre él como una
venganza? Hasta encontraba insólito que
pensaba de ese modo, si era un tipo posmoderno, ni se interesaba en la
historia, la genealogía, ¡nada de esas cosas!
Era gerente de tecnología de informática para la empresa de inversiones
de su familia – en realidad no era otra cosa que un nerd con título de
gerente. Jamás compraba libros de
historia, de hecho los mantenía a raya porque eran tan demasiado
aburridos. Los escribía gente que
parecía incapaz de decir nada derechamente y estaba convencido que se debía a
que, sencillamente, no tenían nada mucho que decir. La historia filipina era una lata. Fue la película sobre Rizal lo que volvió a
avivar su interés, ya que después de todo, ¡el Noli era un libro
entretenido! Estaba de moda hacerse el
desentendido frente a cualquier cosa que oliera a historia actualmente, pero él
no era uno de esos muchachos enloquecidos con el texting, indiferente a
todo salvo sus juguetes y fiestas. Él
era un joven viejo de 33. Quería nada
más que tener espacio para ser, y punto.
Todavía no estaba preparado para casarse y sentar cabeza. Ya lo haría pero no había duda que llegado el
día la familia enfocaría toda su atención sobre él, lo que equivaldría a un
nuevo nivel de exigencia, de presiones – en circunstancias que lo que él quería
y necesitaba por un poquito de tiempo más, con todo el alma, era que lo dejasen
lisa y llanamente en paz.
Colocó una taza
de té con agua dentro del microondas y se puso a hurgar por si encontraba
bolsas de té en estado servible.
Encontró unas de oolong, gracias a Dios, y té verde. Sacó la cabeza en dirección al living, donde
vio a “Rizal” absorto en la película, y llamó: -Sr. Rizal: ¿quieres oolong o té
verde?-
-Té de oolong,
por favor, muchas gracias.-
Butch pensó: este tipo es medio inglés, así que será mejor
que le traiga un poco de leche también.
Y azúcar.
Sacó la taza de
té, el azúcar y la leche sobre una bandeja.
Rizal lo vio, sonrió y volvió a mirar la pantalla de televisión. Luego volvió la cabeza hacia Butch y le
habló.
-Gracias, sí por
favor, una gota de leche y una pizca de azúcar.-
Butch se sentó
sobre el sofá a poca distancia de Rizal y colocó la bandeja sobre la mesa de
café, agregó una cucharadita de azúcar y una gota de leche al té, y le sirvió
la taza sobre un platito a Rizal.
-¿Se le ofrece
alguna cosa más? ¿Le gustaría unas galletas,
bizcochos?-
-No gracias-
respondió con seriedad.
Luego comentó:
-Esta ‘Mou-vi’
-como usted lo llama- trata de mi persona, ¿correcto?-
-Sí.-
-Al parecer es
una mezcla entre mi biografía y mis novelas.-
-Sí, así lo hizo
quien la dirigió.-
-¿Por qué lo hizo
así? Se presta a la confusión, ¿no es
verdad?-
-Bueno, sí, pero
supongo que fue un recurso artístico.-
-Ah, por
supuesto, ya lo veo: un artífice
dramático.-
-Justamente.-
-Pero...ahora me
estoy viendo en la cárcel y al parecer conferencio con mi abogado defensor.-
¡Diantres! ¡Vería su propia ejecución!
-Disculpe Sr.
Rizal, pero debo apagar esto ahora.-
Butch cogió el control remoto y apagó el televisor.
Rizal miró el
dispositivo con asombro. - ¡Formidable!- exclamó.
-Con permiso- dijo, y sacó el control de la mano de Butch.
-¿Cómo lo hizo
usted?-
Butch le enseñó
cómo y empezó a encender y apagar el televisor.
Entonces Butch le mostró cómo apagar la película y ver los canales. Sin embargo, Rizal pareció perder interés repentinamente
y le preguntó:
-¿Cuál es el
estado actual de mi – o sea, de nuestro – país?-
-¿De verdad que
lo quieres saber?- replicó Butch. –No,
tú no quieres saber nada. No quiero ser
quien te responda.-
-Aha,- dijo Rizal
en voz baja. –Así es que todo lo que preví y contra lo que intenté advertirles
a ellos se ha hecho realidad.-
-No sé qué fue lo
que viste- Butch respondió.
-¿Me permite
hablar con usted con total franqueza?-
preguntó Rizal. Puso la taza de
té sobre la mesa y sentándose sobre el borde del sofá giró el cuerpo hacia
Butch.
-Adelante.- dijo
Butch con tono de resignación. -Lo que yo sé será mucho peor que cualquier cosa
que me puedas decir.-
-Esta ‘película’
es muy rara. Al mirarla me da la
sensación extraña de que en la época de ustedes la gente está presa de mucha
ignorancia y confusión.-
-¿Por qué dices
eso?-
-No la he visto
toda; tal vez debería mirarla por completo antes de verificar mi intuición.-
Sin embargo,
Butch no quería que viera su propia ejecución.
-No se preocupe,
ya sé que moriré- dijo, como si hubiese escuchado hablar en voz alta a Butch.
Butch lo miró
asombrado.
-¿Puedes leer mis
pensamientos?-
-No es tan
difícil, amigo mío. Yo sé lo que me
sucederá; aunque siempre acaricié la esperanza de que mis peores temores
resultarían equivocados.-
-Pero ¿cómo
puedes saber eso después de mirar tan sólo una parte pequeña de una película?-
preguntó Butch.
Rizal
respondió: -No se trata más que de una
intuición, pero...- y agregó, al parecer con cierta renuencia a revelar un
detalle tan íntimo: -...he sido bendecido –o más bien maldecido—con una
intuición muy poderosa.-
De repente le
hizo una pregunta a Butch, al parecer sin ton ni son: -¿Le gusta mucho la
literatura, la poesía?-
-Cuando era más
joven leía literatura porque había que hacerlo para el colegio. Literatura
norteamericana. Y poesía, pues bueno: un
poco en tagalo; tuvimos que leer Plorante at Laura en la secundaria, y
por supuesto poesía norteamericana.-
-No se les enseña
ningún otro tipo de literatura? ¿Nada de
literatura española, francesa, inglesa?-
-No, a no ser que
uno la lea por iniciativa propia.-
-Aha, entiendo…y
usted ha ido a la universidad, ¿no es verdad?-
-Sí, estudié
economía y después, computación.- Butch
dijo el término inglés: Computers.
-¿Com-piYU-ters?- repitió Rizal.
-Las computadoras
son máquinas con circuitos que hacen esto: —apretó los botones en el control
remoto—y prácticamente todas las máquinas que se usan hoy en día funcionan a
base de las computadoras.-
-¿Todavía mueren
las mujeres al dar a luz?-
-No, ya no, a no
ser que se encuentren lejos en los “boondocks” donde no hay médico.- Butch usó la palabra inglésa originada en la
voz tagala para ‘monte, espesura’, incorporada al inglés por los soldados
gringos durante la guerra filipino-norteamericana entre 1898 y 1901.
-¿BOUN-docs? Viene de la palabra bundóc?-
-Correcto.-
-¿El término es
hoy inglés?-
-Efectivamente. Los norteamericanos la adoptaron.-
-Aha…- Rizal dirigió la mirada más allá de Butch
como si viera algo muy a lo lejos. -¿Hubo mucho sufrimiento? Bajo los americanos, me refiero.-
-¿Sufrimiento?
¡En absoluto! ¡Si los americanos
modernizaron Filipinas! Fueron
nuestros salvadores.-
Rizal lo miró con
fuego en los ojos.
-¿Qué significa
esa palabra ‘salvadores’? – ¿me dice que los americanos salvaron
Filipinas?-
-Oh, perdón:
quería decir que los americanos salvaron Filipinas de la invasión japonesa
durante la II Guerra Mundial –eso fue en 1945—añadió, dándose cuenta de que
Rizal no tenía la más mínima idea de todo lo que para él era historia
moderna.
-Pero eso fue en
1945. ¿Qué sucedió antes? ¿Acaso Filipinas seguía bajo España? ¿Es que Japón invadió Filipinas y EE.UU. la
socorrió ya que España no era capaz de hacerlo?
-Claro que
no….EE.UU. nos gobernó después de España.-
Luego, dado que no quería referirse al tema de la ejecución pero de
todos modos había que decir algo, aclaró:
-Sucedió a
comienzos del siglo XX.-
-Entiendo. ¿Y qué de la revuelta tagala?-
-¿A qué te
refieres?-
-¿No hubo ninguna
revolución armada de los tagalos?-
-Sí, la
hubo.- Butch quedó en silencio y clavó
la mirada en la alfombra. –Fracasó. Tal como tú lo pronosticaste en El
Filibusterismo.-
-Por lo tanto Filipinas no se liberó.-
-Bueno, pues ¡sí, lo hizo!- Butch protestó acaloradamente. –Sólo que pasó un poco después: en 1946 fue
declarada una república por los Estados Unidos.
¡La nuestra fue la primera república democrática en Asia!-
Rizal lo miró, pasmado. Su cuerpo
enteró se puso rígido. Butch había
esperado que se manifestara complacido y su reacción lo cogió totalmente por
sorpresa.
Sin embargo, Rizal no hizo ningún intento de explicar. Se dio cuenta que Butch no había esperado su
reacción y recobró la calma.
-¿Y es esa la razón por qué ustedes hablan inglés hoy por hoy?-
-Exáctamente.-
-¿Y qué del español? ¿Quedó en el
olvido?-
-Oh, los filipinos jamás hemos
hablado español.-
Esta vez Rizal palideció con la furia.
Se incorporó de súbito, mirando a Butch con ira en los ojos. De repente ya no era petiso, sino que se
erguía alto como una torre por sobre Butch, quien se dio cuenta que había
metido la pata en grande.
-¡Qué estupidez!
¿Quién le ha dicho tal mentira?-
Butch levantó las manos en un gesto que no quedaba claro si era para
defenderse de la ira de Rizal, o para tranquilizarlo.
-Pero es lo que mi familia me ha dicho, lo que mis profesores me enseñaron
– es lo que dicen nuestros historiadores, periodistas – ¡todo el mundo lo
dice!-
-¿Y qué de sus abuelos? ¿Acaso no
hablaban español? ¿Qué dijeron ellos?
-¿Mis abuelos? Bueno, mi mamá
hablaba un poco de español, sus padres hablaban español. Lo mismo el abuelo de mi papá. Pero sabes, siempre nos dijeron que sólo el
6% de los filipinos hablaban español...-
Entonces añadió algo sobre el que en verdad nunca había
reflexionado: -Mis abuelos jamás
hablaban del pasado.-
Rizal se había puesto a marchar rápidamente sobre el mullido alfombrado del
espacioso living y ahora dejó de caminar y volteó el cuerpo hacia Butch. Sus ojos resplandecían cual mármol negro
pulido.
-¿Sabe que los frailes deben de estar felicísimos ahora?- le dijo, con amarga ironía en su voz.
Luego agregó: -¿Y la Iglesia? Dígame
usted: ¿sigue siempre todopoderosa la Iglesia en este país?-
Butch se quedó callado.
-¿Y qué de los ricos? ¡Ah! No me diga nada, no hace falta. Si todos ustedes hablan inglés hoy y sólo
estudian...-
Butch lo interrumpió.
-¡Pero hablamos el tagalo! ¡El
inglés es sólo nuestro idioma oficial para comunicarnos con el exterior, ahora
le damos énfasis al tagalo! Bueno...en
realidad es tagalo, pero ahora se llama ‘filipino’.-
Rizal sonrió. “¿De modo que el
filipino —vale decir un habitante de las Islas filipinas—hoy tiene un idioma
nacional también llamado filipino? ¿Acaso significa que las demás lenguas
indígenas no merecen llamarse idiomas filipinos? ¿Por qué la
insistencia en un lenguaje dominante cuando tenemos tantos? Lenguaje es riqueza y si con eso se pretende
afirmar que los filipinos tienen un solo idioma nacional pues entonces ¡abogan por el empobrecimiento
cultural! Aparte de que yo sé que las
demás regiones con sus idiomas han de objetar semejante forzamiento, porque con
todo respeto, el asunto huele a favoritismo.
Oh la la, ça va mal, ça va très mal... ”
Mientras hablaba se había acercado al librero y se puso rápidamente a
revisar los libros que allí había, tras lo cual se dirigió a Butch y
preguntó:
-No obstante lo que afirma usted, no parece tener ningún libro aquí en la
lengua tagala –o filipino, como usted lo llama—ni en cualquier otro
idioma. No veo sino libros en
inglés.-
-Hay periódicos, películas, programas radiales en taga—quiero decir,
filipino.-
-¿Y usted lee aquellos periódicos?-
Dirigió la mirada a la pila de periódicos encima del sofá. -¿Ése periódico está editado en –una
pausa—filipino?-
-No.-
Rizal caminó lentamente hacia Butch, parando al llegar frente a frente con
él.
-¿Acaso cree usted que escribí mis libros sólo para los españoles?-
-¡No sé, lolo José! Butch contestó con quebranto en la voz. Por
alguna inexplicable razón saltaron lágrimas a sus ojos. Había algo en la presencia del hombre delante
de él que lo conmovía, que hacía que se sintiera otro. Empezó a presentir cosas que su mente
racional no podría jamás computar. Las
palabras lolo José había saltado de su boca, sin que supiera de dónde.
Entonces profirió un dato que creía le causaría contento a Rizal.
-Los filipinos todavía leemos Noli
Me Tangere y El Filibusterismo, lolo.-
-¿En castellano? ¿En ‘filipino’? ¿O únicamente en inglés?- preguntó Rizal con
amargura.
-Escuche lolo…un escritor y columnista famoso con fama de
nacionalista una vez escribió que usted hubiera estado a favor del cambio de
idioma a inglés porque usted hablaba inglés.-
-¡Qué ridiculez! En efecto, hablo
inglés. Pero ¡jamás hubiera aceptado hablar inglés a condición de abjurar el
castellano! ¡Ah! Veo que los
perseguidores siguen vivos y coleando en Filipinas: ¡los perseguidores de la cultura y la
educación!-
-Pero lolo José, ¡odiábamos a los españoles, odiábamos a los
acaudalados y arrogantes mestizos de español!
¡Míreme a mí!- con asombro, Butch
se escuchaba a sí mismo admitir cosas que en su vida le había expresado a
nadie: -¡Soy chino! Y lo que es peor,
llevo el apellido de chinos billonarios y la gente cree que soy oligarca, pero
no es verdad. ¡Rechazo la creencia de
que los chino-filipinos somos chinos primero y último! ¡No quiero continuar esa mentalidad! ¡Soy filipino! Sin embargo, hasta mis compatriotas discriminan
en contra de mí, aunque no me lo digan en la cara. ¿Acaso es culpa mía que nací a una familia
chino-filipina con medios? ¡Si hemos
trabajado muy duro para ser quienes somos y tener lo que tenemos!-
Butch dejó de hablar abruptamente, algo choqueado por el propio
arrebato. Había notado que mientras
hablaba, Rizal había barrido su cuerpo entero con la mirada, lenta y
calmadamente. Durante largos segundos
hubo silencio entre los dos hombres. El
tono habitual de Rizal de tranquilidad había vuelto y Butch se sintió
rápidamente envuelto en una suave atmósfera de sosiego. Ahora veía un bondadoso desapego en los ojos
de Rizal.
-No: no es culpa suya.- dijo
lentamente, con cansancio en la voz. –Sin embargo, sigue habiendo una deuda
histórica que hace falta saldar. En mi
tiempo los chinos no quieren a nada y a nadie aparte de a sí mismos y en
consecuencia no son queridos. He
reflexionado sobre el asunto muchas veces, por qué el conflicto que envenena
las relaciones entre los muchos grupos étnicos en mi patria, y he llegado a
sólo una conclusión: porque hemos de aprender que el conflicto y el desprecio
sólo nos pueden llevar hacia nuestra destrucción y la de esta tierra
encantada.-
Butch se largó a llorar. Las
lágrimas rodaban por sus mejillas y no fue capaz de pararlas.
–Perdona, lolo José, pérdoname por favor. Perdona a mis padres...a mis abuelos. –
Rizal seguía de pie, mirando hacia abajo a Butch, sentado sobre el sofá,
con la espalda antes erguida y ahora curva, sus manos cubriendo la cara.
-Sosiéguese muchacho. Tranquilo.
Déjeme hacerle la siguiente pregunta: si yo no hablara inglés, podría sostener
este diálogo conmigo? ¿Podríamos tener esta conversación en tagalo, por
ejemplo?-
Butch secó los ojos con la servilleta de papel de Rizal y miró hacia arriba
con una sonrisa vergonzosa.
-No podríamos, lolo. Hablo un
pésimo tagalo. Sólo sé hablar
‘Taglish’.-
De nuevo Rizal lo miró con extrañeza.
-¿Tag-LIIISH? ¿Qué es eso?-
-Es la mezcla de tagalo e inglés, lolo.- Butch seguía cabizbajo
mientras hablaba.
-Levante usted la cabeza. Míreme
usted en los ojos cuando me habla, hijo.-
Rizal se dirigió al juego del comedor, tomó una silla y la llevó hacia
donde Butch estaba sentado sobre el sofá.
Se sentó sobre la silla al revés, con las piernas alrededor del respaldo.
En tono calmado, dijo: -El español
es vuestro idioma. Mucho más que el
inglés.-
Butch se estremeció, abrió grande los ojos con sorpresa y algo de
indignación.
-Pero lolo, cómo es posible, si todos dicen que es el idioma de los
opresores, es lo que me enseñaron, lo que se sigue enseñando en todas las
escuelas.-
-Los opresores no tienen ninguna necesidad de hablar en un idioma especial
para poder oprimir a nadie. Ustedes con
sus com-piYU-ters --¿de dónde vienen los tales com-piYU-ters? Me imagino que tienen contenido –¿en qué
consiste tal contenido? ¿Quién decide
cuáles contenidos deben entrar? Estos MOU-vis
–esta historia irrisoria de mi vida y novelas --¿quién ha decidido contarla de
un modo tal que hasta yo no la puedo entender?
Me queda clarísimo, incluso desde la perspectiva de un forastero, por
así decirlo, que estas máquinas maravillosas tienen sus tretas, tienden trampas
a la mente. El idioma que utilizan es lo
de menos. Uno sabe cuando le mienten, y
si uno ya no lo sabe, entonces le han enseñado a no saber distinguir entre la
mentira y la verdad.-
Súbitamente Butch tuvo una idea y se le iluminó la cara.
-Lolo, -¿Qué te parece si vienes conmigo a un canal de televisión
mañana para dirigirte al público filipino?-
Su racionalidad había irrumpido repentinamente en el estado de embrujo con
una consideración práctica. De algún
modo había que hacer algo para poder compartir con otros lo que estaba
sucediendo.
-¿Canal de televisión?- preguntó Rizal. Otra voz desconocida, propia
de ese fascinante mundo del futuro.
Butch agitaba los brazos entusiasmado.
-¡Así puedes salir en esa caja y hablar con todos los filipinos que
estuviesen viendo televisión en ese momento y decirles las mismas cosas que he
aprendido de ti esta noche!-
Rizal echó una mirada al televisor y se quedó en silencio; luego respondió
para la desilusión de Butch:
-No puedo hacerlo.-
-¿Por qué no?-
-Porque eso debe hacerlo usted. Ésta
es su época, no es la mía; yo debo volver y cumplir mi parte.-
Butch se sintió decepcionado pero hizo caso omiso, ya que al mismo tiempo
sabía muy bien que una cosa así solo podía suceder en los cuentos de hada. Además, no cabía duda que si tal cosa
sucediera pondría su vida entera cabeza para arriba: ¿te imaginas lo que
pensaría la familia? Sería contravenir la regla de hierro de la colonia
chino-filipina: la invisibilidad. Dio con otra pregunta de igual urgencia y la
lanzó sin chistar.
-¿Cómo llegaste acá lolo? ¿Por medio
de qué arte de magia?-
Rizal quedó en silencio un largo rato antes de responder.
-Al hacer memoria recuerdo que salí a pasear por la Luneta…no sé qué
aspecto tendrá Intramuros en este tiempo, o la Luneta…se me figura que ha
habido muchas nuevas edificaciones.-
-Intramuros fue arrasado por los bombardeos aéreos de los norteamericanos
en 1945, lolo.-
-Dios mío. Bombardeos
aéreos. Creo poder visualizar lo que
significa. Y ¿qué de La Hermita, Tondo,
Binondo? –
-No sufrieron tanto daño. Pero sería
imposible para ti reconocer alguno de esos lugares hoy.-
Rizal miró hacia el piso y prosiguió con su relato como rescatando algo de
la memoria antigua.-
-Fuera de las murallas de Manila está la Luneta, el campo de Bagunbayan, y
el Malecón donde la gente pasea a pie, a caballo o en carruaje, a la orilla del
mar, por la playa. Manila es una de las
ciudades más hermosas del Oriente, mucho más que Singapur o Hong-Kong. Intramuros está algo hacinado con tantos
edificios y la falta de árboles y vegetación lo hacen desagradable durante la
temporada del calor. Pero tiene muchas
iglesias imponentes con torres; casas antiguas, escuelas, cafés y hoteles. Y el Pásig es un hermoso río donde la gente
aún va a pescar y nadar.-
-Hoy está contaminado, el agua está negra y pestilencial, aunque se ha
hecho algún esfuerzo por limpiar y dragarlo...-
-Qué triste que los Filipinos no han sabido cuidar sus propios tesoros.-
-Incluso puedo recordar que en mi niñez Manila era una ciudad mucho más
linda en comparación a como se le ve hoy.-
Butch se dio cuenta que había interrumpido a Rizal y añadió: -Por favor,
lolo, siga. ¿Qué recuerda...?
-Caminaba por el Malecón. Era una
hermosa tarde y sólo había unos pocos carruajes y personas circulando a
pie. De repente apareció una anciana,
como por arte de magia, una señora igual a cualquiera de las vendedoras
ambulantes que abundan en toda Manila y en cada ciudad, pueblo y barrio,
señoras que andan con un paño doblado sobre la cabeza y un canasto bajo el
brazo. Pensé que sería una vendedora de cuchintá
o poto. Tenía una expresión amable en el rostro, su vestimenta era
limpia y decente y caminaba hacia mí, en dirección opuesta a la mía. Quiero decir que ella caminaba en dirección
al mar. Yo volvía al hotel. Cuando pasábamos el uno a la otra, de repente
ella habló en voz baja, como si se dirigiera a mí pero sin atreverse a hablarme
directamente:
-¡Dios le bendiga, Dios se lo pague!- dijo.
Quiere decir:
May God bless and repay you!
Y al mismo tiempo de
decir las palabras hizo algo bastante curioso: se arrodilló al lado mío, y
desdoblando el paño se cubrió la cabeza, y sacó algo del canasto que me ofreció
con ambas manos, la cabeza agachada y mirando hacia el suelo.-
-Yo le dije: -Párese por favor, ate-[5] pero no hizo caso, siguió con las manos en
alto y entendí que se trataba de una ofrenda.
Entonces vi que en sus palmas acopadas había un pequeño libro y lo
reconocí: era un anting-anting, tal como los que, según el conocimiento
popular, los tulisanes[6] llevan alrededor del cuello dentro de una bolsita
de género. Dentro de tales libritos hay rezos en latín farfullado y en dialecto
para proteger al individuo de todo tipo de peligros, desde culebras venenosas,
las balas de la Guardia Civil, mujeres traicioneras, vecinos malintencionados,
etc. Ella me ofrecía el anting-anting.
Butch ya no estaba en Makati City en el año 2003. Estaba en el Malecón, viendo a una anciana
arrodillarse ante un caballero hispanofilipino: su héroe, el héroe de todos los
filipinos.
Rizal prosiguió.
Entonces yo le hablé: -Bakit po ninyo ibinibigay ito sa aquin?- [7] Y eché una mirada alrededor para ver si
había alguna patrulla de la Guardia Civil en las cercanías, o incluso
transeúntes curiosos, pero cosa extraña: estábamos solos. Dijo que me había reconocido porque me había
visto en Calamba donde tenía deudos, y que todos temían por mi seguridad porque
se decía que los frailes se vengaban contra toda mi familia y, sobre todo,
contra mí.
Naturalmente, para sosegarla le dije: -No hace falta darme esto, kagalang-galang
na ate,[8] estoy a salvo.- Pero no se movía del lugar. –Tómelo, hijo mío. -dijo. –En la página 103
usted verá una plegaria para ver el futuro de sus seres queridos.-
Sus palabras, como es normal, me despertaron la curiosidad. He estudiado
las supersticiones filipinas con cierta profundidad, así como el trabajo de los
curanderos y hechiceros. La curiosidad
se apoderó de mí, aparte del hecho que los tales anting-anting son en
extremo raros. Me hice el despreocupado
y acepté su ofrenda, también para que no llamáramos la atención, con el posible
resultado de meternos en problemas, sobre todo la anciana. Además de que sospechaba que se me
vigilaba.
-De modo que tomé el librito y lo dejé caer en el bolsillo de mi chaqueta.-
En ese momento parecía recordar que estaba ahí y empezó a dar palmaditas
sobre los bolsillos. Encontró algo en el izquierdo. ¡Era el librito!
Rizal lo pasó a Butch. Era del
tamaño de un escapulario grande y bastante grueso, con páginas de un papel
finísimo de color azulino, y cubiertas de escritura diminuta y prolija en tinta
negra. Se puso a recorrer las páginas y
vio extraños dibujos y escritura en una mezcla que parecía ser de latín y un
idioma nativo. Lo abrió en una página
cualquiera y leyó:
b R G t
l b x t
______
I l c g
s l b s
_ _ _ _ _
Sanen bog ca lot nitan
biniagan say ngaranto
Sionto sia
Say Dasalen 3 Pdre
Nuestro Saquey a siac
nebos trebolacionis
Amin
-No se entiende nada.- dijo Butch.
-Ella me había dicho que leyera la plegaria en la página 103 para ver el
futuro de mis seres queridos. Metí el
librito en el bolsillo y de repente, ella se había ido. Volví al Hotel Oriente pensativo, repasando
el extraño incidente en la memoria, y una vez dentro del zaguán y habiendo
pasado el salón de recepción y subido la escalera hasta el segundo piso, donde
estaban mis habitaciones, me sentí lo suficientemente seguro como para sacar el
librito del bolsillo. La curiosidad me
perdió: lo abrí a la página 103 justo al llegar a la puerta de mi
habitación. Es todo lo que recuerdo. De repente me encontré delante de aquella
puerta.- Apuntó la del departamento de Butch.
-Entiendo. Será mejor que no mire la
página 103.- dijo Butch. El librito fue
devuelto a Rizal y desapareció en el bolsillo de su chaqueta.
-Se me figura que solo estaré aquí un cierto tiempo más.- dijo Rizal.
Al escuchar la palabra ‘time’, Butch volvió a mirar su reloj en un
movimiento reflejo y recibió un shock.
¡Eran las dos y media de la mañana!
Rápidamente volvió a mirar a Rizal a la vez que le preguntaba:
-¿Quiere decir que en algún momento volverás…?-
La pregunta quedó flotando en el aire.
Butch estaba solo.
Putangina![9] Butch saltó del sofá con un grito de
dolor, como una piedrecilla disparada de una onda.
¡Se había ido!
Butch empezó a recorrer el departamento entero esperando descubrir que lolo
José sólo se había materializado en alguna otra pieza. Pero no se encontraba en ningún lado.
Lentamente Butch volvió al living, sumido en la confusión.
De repente un pensamiento le cruzó la mente como una pequeña luz y miró en
la dirección del sofá.
El sombrero de copa seguía allí, como una tarjeta de visita.
--- Fin ---
[1] Este cuento corto fue
escrito originalmente en inglés, con algunos parlamentos en español y
tagalo. Nota de la Autora.
[2] Estimado amigo, no sé
cómo se llama pero le ruego acepte mis disculpas y no tema, porque estoy
igualmente confundido y perturbado.
[3] -Jaime, -¿A quién has dejado entrar? Me refiero al hombre en traje negro con un
sombrero en la mano.
-No hemos dejado entrar a nadie, señor.-
-¿Qué me
dices? Entonces ¿quién es este tío
parado en mi living?-
-No lo
sabemos señor. ¿Quisiera ud. que
alertemos a Seguridad?-
[4]
Está bien, no hace falta.
[5] Tagalo: hermana mayor.
[6] Remontados.
[7]
¿Por qué me da esto usted?
[8] Respetada hermana mayor.
[9] Tagalo: hijo de puta. Expresión de
frustración en este contexto.
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